Querida Abby,
Escucho tus llantos desde mi habitación y debo contener el impulso de acudir a reconfortarte. En esta ocasión, debo permitirte encontrar por ti misma la forma de conciliar el sueño. Durante la última hora estuve allí para reconfortarte. Te envolví en mis brazos y te quedaste dormida con tu rostro cerca del mio, suspendida a la altura de mi pecho. En ese momento, pude apreciar tus facciones serenas, el dulce olor de tu cuerpo de bebe y como acariciabas tu chupón con tu mano. Cuando creí que estabas lista para quedarte dormida, te coloqué de nuevo en tu cuna. Sin embargo, cada vez que lo hacía, te despertabas pidiendo otro abrazo.
En días como hoy, siento que la dualidad de ser madre y profesional me absorbe por completo. En ocasiones, me sumerjo en la contemplación de cómo sería mi vida si no hubiera abrazado la maternidad, si no estuviera al frente del cuidado de ti y tu hermana. Visualizo semanas enteras de vacaciones en lugares exóticos como Jakarta o Singapur, imaginando el placer de explorar esos destinos y las aventuras que guardaría en mi memoria para siempre. Me veo compartiendo esas experiencias en animadas cenas con amigos. Reflexiono sobre esa vida alternativa y contrasto con la realidad que vivo, repleta de pañales y noches de poco sueño. Son semanas y meses en los que he postergado mis propias necesidades para atender las tuyas. Me transporto mentalmente a mí misma hace una década, a mis 28 años, incapaz de comprender a quien optara por este estilo de vida que he elegido.
Lo fascinante es que la experiencia de ser tu madre es verdaderamente única y sublime. Siento que, en lo más profundo de mi ser, mi cuerpo y mi mente estaban diseñados para este momento, programados biológicamente para saborear cada instante de tu cercanía, para sentir tu piel, contemplar tus ojos y ser iluminada por tus sonrisas. Expresar este sentimiento con palabras resulta difícil. Quiero decir que tú me brindas un sentido de propósito y significado que trasciende cualquier adversidad en otras áreas de mi vida, que eres mi ancla en tiempos turbulentos y una estrella que ilumina mi camino, pero al final, esas palabras no logran capturar la profundidad de este sentimiento. Abrazarte y reconfortarte como lo he hecho esta noche es una experiencia verdaderamente enriquecedora, una de las cosas más hermosas que he experimentado. Si tuviera que decidir entre esas experiencias de aventura y la experiencia doméstica de cuidarte, elegiría sin duda alguna haber cuidado de ti como lo hago ahora, cada vez.
Al cumplir tu primer año de vida, quiero expresarte cuánto he amado cada minúscula parte de tu ser desde el momento en que viniste al mundo. Tu chispa de chocolate, tus redondeadas mejillas de bebé, tus ojos almendrados y tu sonrisa fácil que ilumina toda la habitación en la que te encuentras. Es importante para mí que comprendas que eres única en mi vida, porque nuestra conexión es singular y especial desde el instante en que entraste en este mundo. Al igual que Emilia redefinió mi existencia, tú has transformado mi vida de manera profunda. Contigo he descubierto una confianza que no sabía que poseía. He experimentado la maternidad con menos miedo, con manos cálidas y firmes. Me he encontrado pensando menos en mis responsabilidades como modelo a seguir y más como una fuente de consuelo y cuidado. Este cambio ha sido espontáneo, menos complicado y más fluido, como si fuera la manifestación más natural de quien soy.
Con el paso de los meses, mi amor sigue creciendo y puedo anticipar el gran impacto que tendrás en mi vida. Eres una raíz que me ayuda a mantenerme centrada, un portal hacia una nueva dimensión. Deseo ser ese refugio sin complicaciones al que siempre puedas regresar en este viaje que comienzas.
Te amo, Abigail.
Feliz primer año de vida.
Sara Tafoya is a young professional and mother. A biophysicist by training, a ceramist by heart, an aspiring author and a chocolate enthusiast. She spends her time thinking about biotechnology and art, singing lullabies and making sense of her life experiences.